El ENOJO LA IRA Y EL RENCOR
El enojo demuestra que hay falta de misericordia y comprensión hacia nuestro prójimo y aun indica la existencia de orgullo, soberbia y falta de agradecimiento hacia Dios. El enojo es falta de compasión y piedad y adicionalmente a esto, muestra falta de madurez tanto emocional como espiritual.
La rabia o la ira se producen debido a cualquier oposición que encontremos en lo que deseamos hacer. Formulamos un plan, determinamos cómo llevarlo a cabo y confiamos en que todo se desarrollará como lo hemos planeado. Pero de pronto se produce la oposición. Nuestros intereses chocan con los de otras personas, despertando su oposición y su interferencia en nuestros planes.
Y explotamos y podemos cometer equivocaciones muy difíciles de rectificar.
El enojo puede hacernos perder las bendiciones espirituales que Dios tiene para los que le buscan, pero también puede dañar nuestras relaciones con nuestros hermanos de la iglesia, el matrimonio, las amistades, etc. Dios desea que seamos personas perdonadoras, y Cristo es nuestro mejor ejemplo.
El enojo puede ser:
Pasajero: Es aquel al cual no le dejamos reposar en nuestro corazón, pues el enojo puede provocar no sólo amargura, sino también odio y rencor y hasta venganza,
Insistente: es aquel que le abre las puertas al diablo. La Biblia dice: airaos pero no pequéis. No dejemos que nuestro enojo repose en nuestro corazón, antes de que se ponga el sol debemos desechar toda malicia de nuestro ser. Por eso una persona que deja obrar al enojo, puede tener problemas para perdonar y para pedir perdón. Es natural que en una situación difícil el humano sienta ira, pero hay que controlar esa actitud antes de que sea pecado.
El enojo puede hacernos perder las bendiciones espirituales que Dios tiene para los que le buscan, pero también puede dañar nuestras relaciones con nuestros hermanos de la iglesia, el matrimonio, las amistades, etc. Dios desea que seamos personas perdonadoras, y Cristo es nuestro mejor ejemplo.
El enojo puede ser:
Pasajero: Es aquel al cual no le dejamos reposar en nuestro corazón, pues el enojo puede provocar no sólo amargura, sino también odio y rencor y hasta venganza,
Insistente: es aquel que le abre las puertas al diablo. La Biblia dice: airaos pero no pequéis. No dejemos que nuestro enojo repose en nuestro corazón, antes de que se ponga el sol debemos desechar toda malicia de nuestro ser. Por eso una persona que deja obrar al enojo, puede tener problemas para perdonar y para pedir perdón. Es natural que en una situación difícil el humano sienta ira, pero hay que controlar esa actitud antes de que sea pecado.
1. El enojo nos hace perder la paz con Dios, es muy obvio que cuando vayamos a orar no podamos entrar en la presencia del Señor, pues el enojo es una barrera que nos impide tener paz y comunión espiritual.
Sabemos que la ira excita e ínsita al hombre a hacer lo malo y también nos puede llevar a aborrecer al prójimo.
2. La amargura se degenera en enojo porque provoca mal humor, desánimo, y nos hace responder muchas veces con palabras ásperas. Dice la palabra que los necios dan rienda suelta a toda su ira ¿por qué?: porque no tienen dominio propio, actúan según la carne, en cambio los sabios al fin la sosiegan (Prov. 29:11) No seamos necios, seamos espirituales y busquemos esa templanza que el Señor da.
3. Es muy importante NO justificar y rusticar el enojo diciendo:
Así soy yo. No puedo con mi genio (Filipenses. 4:13). Dios me usa así tal como soy.
Dios ya me va a cambiar (recordemos que dejar la vieja vida es totalmente voluntario, a veces esperamos que Dios nos cambie pero no hay un esfuerzo en nosotros para poder morir a nuestras pasiones y deseos).
4. La actitud del enojo arremete, insulta, discute, maltrata y por sobre todas las cosas atenta contra el amor al prójimo.
5. Es importante reconciliarse con las personas lo antes posible y no esperar a que haya santa cena para hacerlo. (Gálatas. 5:19-24)
Origen de: El enojo, el orgullo, el odio (rencor), Impiedad.
La mayoría de las veces el enojo es producto de un pensamiento equivocado, Conflictos no solucionados, pareja, familia, trabajo, amigos, economía, etc.
Maltrato de otros: Abusos verbal, sexual, o sicológico el cual puede guardar muchas raíces de amargura).
Rechazo social: discriminación, desigualdad, injusticias, etc.
Otros ejemplos:
1-Por falta de amor a Dios y Compasión por nuestro prójimo: Vino a El una mujer, con un vaso de alabastro perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de El, estando sentado a la mesa.
Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. (Mateo.26:7-9 1).
2-Por celos y envidias: Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. (Lucas 15:27-29).
3-Por orgullo: Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. (2.reyes5:10-12).
4-Por egoísmo o vanagloria: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos (Jacobo y Juan), postrándose ante El y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda..... Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.(mateo.20:20-24).
El enojo en el matrimonio y en el hogar:
1. El enojo en el matrimonio: Podríamos decir que es casi inevitable. Dos personas de distintos caracteres viviendo bajo un mismo techo pueden tener, por no decir "tienen o tendrán" diferencias. Esto es completamente normal. Con la armonía del Espíritu Santo y un hogar fundado sobre la Palabra se pueden evitar enojos dañinos en las relaciones matrimoniales.
2. El enojo descontrolado es pecado: El que las diferencias crezcan a tal grado o magnitud que el enojo nos haga, decir o actuar de manera irracional, (tirando cosas el uno al otro y el decir malas palabras el uno al otro) y no cristianamente puede destruir el matrimonio, y la relación con Dios. En un hogar donde no hay completa sumisión a Dios y a su Palabra, donde el marido no es un hombre de Dios, y donde la esposa no reconoce su lugar de ayuda idónea, se puede convertir en un campo de batalla donde pronto Satanás tomará lugar.
3. El no dar lugar al diablo: El diablo se encargará de crear cualquier situación pequeña en algo que cualquiera de los dos en la pareja utilice para comenzar una discusión o un altercado. Celos, intolerancia, y falta de comprensión de cualquiera de los dos en la pareja podrá ser lo que el diablo presente para traer el enojo.
4. El amor en la pareja: El amor a Dios hará crecer el amor mutuo en la pareja. El matrimonio debe de ser como un niño y aprender a perdonarse prontamente cualquier falta u ofensa antes que se haga más grande y el diablo tome lugar. Los enojos y discusiones se deben de evitar lo más posible en la pareja.
5. Determina y Demuestra Nuestra Relación con Dios: Nuestra relación en el hogar con nuestra pareja determina nuestra relación con Dios y con los hermanos de la Iglesia, seamos culpables o no. De igual manera, nuestra relación con Dios determina nuestra relación con nuestra pareja y con nuestro prójimo, y lo que es aun más importante es que nuestra relación con nuestros semejantes ‘demuestra’ y da evidencias de la relación que tenemos con Dios. Recordemos que Cristo dijo “por sus frutos los conoceréis” y Pablo nos dice que el fruto del Espíritu es “paz, amor, longanimidad, paciencia y dominio propio” (Gálatas 5:22)
Mejor es morar en tierra desierta, que con la mujer rencillosa e iracunda (Proverbios 21:19)
El hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla (Proverbios 15:18)
El enojo entre los hermanos:
1- Causa de división.
El enojo contra los hermanos o contra el Pastor, es en muchas ocasiones causa de división en la iglesia. Gente que aunque tenga mucho tiempo en la iglesia, se enojan y causan división son gentes que no se dejan usar por Dios, sino por el diablo. Muchos se enojan porque las cosas no son como ellos piensan que deben ser.
Hay quienes a todo lo que se hace le encuentran faltas, siempre se quejan y se enojan, como dice el dicho "no hacen ni dejan hacer. Con su conducta "insoportable" crean mal ambiente para los líderes y los demás hermanos. Siembran cizaña y vientos contrarios, en vez de edificar, destruyen.
El enojo contra los hermanos o contra el Pastor, es en muchas ocasiones causa de división en la iglesia. Gente que aunque tenga mucho tiempo en la iglesia, se enojan y causan división son gentes que no se dejan usar por Dios, sino por el diablo. Muchos se enojan porque las cosas no son como ellos piensan que deben ser.
Hay quienes a todo lo que se hace le encuentran faltas, siempre se quejan y se enojan, como dice el dicho "no hacen ni dejan hacer. Con su conducta "insoportable" crean mal ambiente para los líderes y los demás hermanos. Siembran cizaña y vientos contrarios, en vez de edificar, destruyen.
2- Causa de fracaso y estorbo en nuestra relacion con Dios.
La Biblia nos enseña que debemos de mantener nuestras cuentas claras con todos. Especialmente nuestros hermanos. Dios no puede perdonar a nadie que no haya perdonado a su hermano, y aun también a su enemigo. Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mateo 5: 21-24).
El no tener las cuentas claras con nuestros semejantes nos puede impedir el que Dios acepte nuestra ofrenda. (Adoración, Oración, Alabanza, Cántico, Predicación, Enseñanza, Profecía, Ministerio, Etc.)
El enojo nos puede cegar de tal manera, que no veamos lo que Dios quiere hacer con nosotros. Naamán se enojo en tal manera que no podía ver lo que Dios quería hacer en su vida. (2 Reyes 5:11). El hermano mayor del hijo pródigo, se enojo y no pudo ver la bendición de tener a su hermano perdido de vuelta en casa. Él pensaba que se merecía más que el otro. Se creía superior, mejor a su hermano. Su celo, lo llevó al enojo y la falta de comprensión. (Lucas 15:28). Como hijos de Dios, estamos llamados a mantenernos lejos del que se enoja fácil y del iracundo. (Proverbios 22:24), pero no debemos guardar rencor ni sentir ira ni enojo aun contra los que nos hacen mal.
Meditemos las palabras de Jesús: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5:44-45).
3. Dios perdona si perdonamos:
Dios perdonará nuestras ofensas de acuerdo como nosotros perdonamos a los que nos deben. Cuando Jesús enseñó a orar a los discípulos les enseñó diciendo: "Padre... perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos deben".
La falta de perdón afecta nuestra comunión con Dios y dificulta que nuestras oraciones sean contestadas.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; (Hebreos 12:14-16).
4. ¿Puedo yo como cristiano enojarme?:
El Cristiano está llamado a evitar toda clase de enojo (Efesios 4:31), pero si nos enojamos, debemos de evitar el pecar con nuestra actuación y debemos de no dar lugar al diablo sobre todas las cosas. Y que no se ponga el sol sobre nuestro enojo (Efesios 4: 26-27).
"Airaos pero no pequéis": Significa estar en todo tiempo consciente de nosotros mismos y de nuestro llamado a una vida santa y espiritual, no haciendo nada indebido lo cual pueda poner nuestra relación espiritual en peligro. No se ponga el sol sobre nuestro enojo": La Biblia nos habla acerca de ser como un niño para poder entrar al reino de los cielos. Debemos perdonar nuestras ofensas los unos a los otros. El enojo es contrario a la paz. Y a paz nos llamo el Señor con todos los hombres.
"Si es posible en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres." (Romanos 12:18).
"Ni deis lugar al diablo": El no dar lugar al diablo significa el no permitir que nuestro enojo sea tan grande que demos lugar al diablo en nuestra vida y "que nos use" para hacer daño a nosotros mismos o aquellos que nos rodean. Buscad la Paz con todos: El enojo descontrolado es un comportamiento contrario a la Palabra de Dios y su requisito de que vivamos en paz, armonía, el amor, el sometimiento y dominio propio.
Cuando el enojo se convierte en odio.
Existe un nuevo tipo de crimen que se llama “hate crime” (crimen por odio). Psicólogos y neurólogos están de acuerdo en que ningún otro sentimiento es tan fuerte y tan peligroso como lo es el odio. El mismo impulsa a las personas al suicidio, a la locura, o los convierte en extremistas. De la noche a la mañana, el odio puede tomar cautivo a un ser humano. El mismo puede tomar posesión de una persona, de tal manera que la misma ya no es dueña de sí misma. Algunos investigadores opinan que el odio, incluso, puede transformar el cerebro.
Es como un veneno demoniaco inyectado, que se extiende más y más en el cuerpo. Primero llena los pensamientos, luego se refleja en las expresiones faciales y en los ojos, conduciendo a las palabras correspondientes y, finalmente toma control de todas las emociones y del cuerpo entero. El odio puede llevar al ser humano a los actos más dementes y crueles: al suicidio, por odiarse a sí mismo, o al asesinato en serie, por odiar al mundo entero. El odio en unos produce racismo, o convierte a otros en malos e indiferentes, de modo que ya no demuestren sentimientos o compasión.
El odio puede ser más fuerte que el temor a la muerte. Todos conocemos la expresión “ciego de odio”. El odio tiene muchas facetas. Está el odio hacia los vecinos, el odio hacia el otro género, odio hacia otras naciones; odio en la familia, en la escuela, o en el lugar de trabajo.
Muchas cosas pueden ser razón para el odio: el rechazo y la desilusión, la envidia o los celos, la rivalidad y la opresión, una imagen enemiga que se establece, o la falta de disposición a perdonar. La Biblia dice: “El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas” (Proverbios. 10:12).
No debemos pasar por alto que el odio, al igual que todos los demás pecados, tiene su origen en la maldad del propio corazón. Si nuestro corazón no fuera malo, no existiría ningún odio. Pero somos receptivos hacia el odio y lo producimos. Somos hostiles, celosos y envidiosos. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo. 15:19). La Biblia narra como Amnón, uno de los hijos de David, se enamoró de su medio hermana Tamar y terminó violándola: “Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: Levántate, y vete” (2 Samuel. 13:15).
El odio, con toda seguridad, es uno de los fenómenos de los últimos tiempos. El mismo tiene su origen en el diablo, quien desde el principio es llamado homicida (Juan. 8:44). Así como una serpiente venenosa produce el veneno dentro de sí y muerde con efecto mortal, así la serpiente diabólica, Satanás, produce el veneno del odio y lo inyecta a la humanidad. El odio es demoníaco. Cuanto más avanzamos en el fin de los tiempos, y cuanto mayor se hace la influencia de Satanás en este mundo, tanto más aumenta el odio. Todo esto seguirá agravándose en este tiempo del Anticristo. La lista referida a los últimos días, en (2Timoteo 3:1-5), nos hace ver el tiempo en el cual nos encontramos. En el Nuevo Testamento, los creyentes son exhortados persistentemente a no odiar, sino, más bien, a amar en lugar de ello. De modo, que es posible que también un cristiano pueda ser derrotado por el odio.
“El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (1 Juan. 2:9-11).
“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”(1 Juan. 3:15). “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan. 4:20). Aquél que odia es un homicida, que sólo en apariencia es un hermano. En realidad, es un mentiroso, que lleva en sí las facciones del diablo, el cual es denominado “homicida” y “padre de mentira”.
Y así como el diablo finge, un falso hermano finge, también, de esa manera, en todo el sentido de (2 Timoteo 3:5). En la fachada, actúa como si fuera piadoso, pero del poder de la verdadera fe, no sabe nada.
Un verdadero cristiano siempre, e incondicionalmente, mostrará una inmediata disposición al arrepentimiento y a querer dejarse transformar. (Proverbios 14:30) testifica diciendo: “El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos.” De hecho, la ciencia, desde hace algún tiempo, informa que el odio, por ejemplo, y todo lo que tiene que ver con eso (como ser la envidia, la amargura, los celos, la intransigencia) produce procesos sicosomáticos y bioquímicos en el cuerpo y, literalmente, enferma a la persona.
En la psicología contemporánea y más especialmente en el enfoque conductista, existen cuatro emociones básicas que rigen el comportamiento del hombre como ser biosicosocial: El placer, el amor, el miedo y la ira, siendo esta última una de las más perniciosas para el ser humano.
Estas emociones están ligadas a la afectividad y en el caso específico de la ira (conocida también como rabia), está relacionada con el desagrado. No hay estado afectivo neutro y no hay sentimiento o emoción que no tenga su compañero contrario. En este caso, lo contrario de la alegría es la ira.
La ira es el sentimiento de desagrado que una persona tiene ante una circunstancia determinada, que le impide actuar de forma serena produciendo alteraciones de la conducta que llegan a ser extremas.
¿Qué es el odio?
El odio es el producto de resentimientos y generalmente se define como el sentimiento contrario del amor. En el amor se desea el bienestar para la persona amada. En el odio, el deseo de malestar es lo que está presente. La persona que odia manifiesta una conducta hostil, agresiva y repulsiva contra la persona objeto de su odio.
Las personas abrigan odios en su interior a causa de haber sufrido en su vida frustraciones y situaciones adversas que no pudieron superar por diferentes circunstancias. Es el caso de personas que no consiguen perdonar a sus padres porque cuando eran niños, estos tuvieron con ellos conductas altamente represivas e incomprensivas. También es el caso de la persona que sufrió un divorcio o separación traumática y vive odiando a quien fue su pareja.
Estas personas viven responsabilizando a los demás de sus fracasos y recreando sus problemas con amigos y familiares. Tienen un permanente sentimiento de que el mundo está contra ellas y no entienden que tuvieron responsabilidad en las situaciones adversas que vivieron. Por lo general, les cuesta olvidar lo que "supuestamente le hicieron" y por ende, el perdón no tiene cabida en su vocabulario.
Estudios recientes han demostrado que las personas que guardan odios y resentimientos, los somatizan llegando a sufrir enfermedades tan graves como el cáncer.
También se ha determinado que parte importante de la cura de esta enfermedad, depende en gran medida de que las personas comiencen a realizar un trabajo interno que les permita olvidar y dejar atrás, las supuestas causas que les obligaron a sentir odio hacia los demás. En el caso de la ira la causa original es el miedo. "El miedo es una emoción tan primaria que el hombre la experimenta desde que nace y reacciona ante él con manifestaciones de rabia. De modo que podría decirse que el miedo precede a la ira". El hombre tiene en el cerebro la misma estructura que posee cualquier mamífero superior y que le permite experimentar las emociones básicas.
"A través de los procesos de aprendizaje, el niño es satisfecho en casi todas sus apetencias pero, como es natural, empieza a ser restringido en algunas. Cuando esto sucede, comienza a manifestar reacciones de ira. Con el paso del tiempo, será más propenso a tener reacciones de ira o de amor, dependiendo del manejo que los padres hagan de esta circunstancia. Si son positivas como en el caso del amor, también se dan respuestas emocionales, que no se diferencian en mucho de las reacciones fisiológicas de la ira, sólo que los centros nerviosos que regulan una u otra emoción son diferentes y en el hombre están perfectamente identificados". Están en una región del lóbulo temporal y descargan a través del cerebro. En el caso de la ira, si son estimulados se desarrollará un respuesta de rabia, produciendo una movilización gestual, anatómica, fisiológica de sus estructuras corticales y subcorticales. (Cerebrales)
Dependiendo de la capacidad que tenga la persona de expresar sus emociones, más la potencialidad cerebral que posea para ser iracundo, el individuo podrá llegar a ser un neurótico constantemente irritado.
"La cascada de reacciones fisiológicas que se produce en un momento de ira es altamente negativa y se debe a un conjunto de neurotransmisores, que genéricamente se llaman adrenérgicos, en los que se incluye la dopamina y la serotonina. Cuando se acumulan sin descarga, generan ira".
Se discute mucho si este conjunto de neurotransmisores, que tiene acción sobre otros centros, al ser reprimidos terminan por alterar otras estructuras cerebrales que tengan que ver con la circulación, la respiración, los centros hormonales, (en el caso de las mujeres, con los ciclos ováricos) y generen problemas artríticos, cardiovasculares e hipertensivos, entre otros. En líneas generales, la descarga neurotransmisora y hormonal de la ira y del odio es muy parecida en ambas.
¿Cómo se manifiesta? :
La persona sufre trastornos fisiológicos significativos que afectan las vísceras, el sistema nervioso y en especial, la actividad cerebral. La sangre se agolpa, el corazón salta, la garganta se anuda, la boca se seca, el sudor brota, las manos y las piernas tiemblan. Por lo general, la persona iracunda sufre una contracción del rostro, acompañada de una mímica que manifiesta estupor y rabia a la vez. Cuando habla aumenta el tono de la voz, esta conducta emocional más comúnmente va acompañada de una tendencia exagerada a la gesticulación y en la mayoría de los casos, termina cuando se genera una respuesta violenta ante el estímulo que la provocó.
Hay quienes opinan que la ira, al igual que otras emociones, es innata y congénita, pero estudios más recientes apuntan hacia el hecho de que lo único innato y congénito es la respuesta de los individuos ante las situaciones desagradables que, a través de procesos de maduración y de aprendizaje, se van haciendo diferentes en cada persona. La ira está muy relacionada con los fracasos, frustraciones y conflictos del hombre. Ahora bien, hay que tener en cuenta que no existen personas que alguna vez no hayan tenido un fracaso. Muy por el contrario, estos son necesarios en el proceso de aprendizaje del hombre.
En la actualidad, se puede apreciar con facilidad, cómo la ira se ha instalado en los ciudadanos de las diferentes clases sociales quienes, debido a las circunstancias por las cuales está atravesando nuestro país, culpan a otros de situaciones de miseria, marginalidad, desempleo, falta de educación, etc., que pudieran estar transitando en un momento determinado. Esta ira contenida genera situaciones de violencia en muchos casos y en los que no, lleva a los individuos a alimentar odios y resentimientos.
Ira y odio ¿Son iguales?
A juicio, el odio es consecuencia de la ira. "Dependiendo del grado de descarga de la rabia, tendremos a un sujeto violentamente iracundo, en donde la ira tiene una expresión inmediata, o por el contrario, si no tiene capacidad expresiva o si no procesa las causas de su ira, no las racionaliza, nI las metaboliza.
Dependiendo de la capacidad que tenga la persona de expresar sus emociones, más la potencialidad cerebral que posea para ser iracundo, el individuo podrá llegar a ser un neurótico constantemente irritado.
"La cascada de reacciones fisiológicas que se produce en un momento de ira es altamente negativa y se debe a un conjunto de neurotransmisores, que genéricamente se llaman adrenérgicos, en los que se incluye la dopamina y la serotonina. Cuando se acumulan sin descarga, generan ira".
Se discute mucho si este conjunto de neurotransmisores, que tiene acción sobre otros centros, al ser reprimidos terminan por alterar otras estructuras cerebrales que tengan que ver con la circulación, la respiración, los centros hormonales, (en el caso de las mujeres, con los ciclos ováricos) y generen problemas artríticos, cardiovasculares e hipertensivos, entre otros. En líneas generales, la descarga neurotransmisora y hormonal de la ira y del odio es muy parecida en ambas.
¿Cómo se manifiesta? :
La persona sufre trastornos fisiológicos significativos que afectan las vísceras, el sistema nervioso y en especial, la actividad cerebral. La sangre se agolpa, el corazón salta, la garganta se anuda, la boca se seca, el sudor brota, las manos y las piernas tiemblan. Por lo general, la persona iracunda sufre una contracción del rostro, acompañada de una mímica que manifiesta estupor y rabia a la vez. Cuando habla aumenta el tono de la voz, esta conducta emocional más comúnmente va acompañada de una tendencia exagerada a la gesticulación y en la mayoría de los casos, termina cuando se genera una respuesta violenta ante el estímulo que la provocó.
Hay quienes opinan que la ira, al igual que otras emociones, es innata y congénita, pero estudios más recientes apuntan hacia el hecho de que lo único innato y congénito es la respuesta de los individuos ante las situaciones desagradables que, a través de procesos de maduración y de aprendizaje, se van haciendo diferentes en cada persona. La ira está muy relacionada con los fracasos, frustraciones y conflictos del hombre. Ahora bien, hay que tener en cuenta que no existen personas que alguna vez no hayan tenido un fracaso. Muy por el contrario, estos son necesarios en el proceso de aprendizaje del hombre.
En la actualidad, se puede apreciar con facilidad, cómo la ira se ha instalado en los ciudadanos de las diferentes clases sociales quienes, debido a las circunstancias por las cuales está atravesando nuestro país, culpan a otros de situaciones de miseria, marginalidad, desempleo, falta de educación, etc., que pudieran estar transitando en un momento determinado. Esta ira contenida genera situaciones de violencia en muchos casos y en los que no, lleva a los individuos a alimentar odios y resentimientos.
Ira y odio ¿Son iguales?
A juicio, el odio es consecuencia de la ira. "Dependiendo del grado de descarga de la rabia, tendremos a un sujeto violentamente iracundo, en donde la ira tiene una expresión inmediata, o por el contrario, si no tiene capacidad expresiva o si no procesa las causas de su ira, no las racionaliza, nI las metaboliza.
Tendremos a un individuo que acumula sus rabias. Surge entonces, el resentimiento, mejor conocido como odio".
La persona nunca tiene una certeza de por qué odia, ya que las causas originales pasan a ser inconscientes. Ese odio puede ser tan complejo, que no solamente está dirigido a la persona o situación que originalmente determinó la ira y luego la represión de la misma. También se generaliza a todo un entorno. "Tenemos entonces personas que odian muchas cosas y que viven constantemente resentidas, hasta el punto de querer llegar a morir".
La diferencia esencial entre la ira y el odio, es que la ira es un fenómeno explosivo desencadenado casi simultáneamente a la situación que la genera. En el odio hay una represión de la ira, una acumulación de sentimientos o situaciones negativas y sobretodo difusas.
Es tarea enseñar a la persona a detectar cuáles son los orígenes de su odio, la irracionalidad y hasta el carácter absurdo de su resentimiento. "Una persona que descargue constantemente y por cualquier motivo su ira, es una persona desadaptada, porque la consecuencia de la descarga de sus reacciones de rabia, puede generar en las víctimas, respuestas que incrementen el sentimiento de odio".
¿Qué hacer?
Lo deseable es que quienes reaccionan con ira ante una situación determinada, identifiquen y entiendan las causas que la generaron y sean capaces de controlarla y manejarla adecuadamente.
La palabra enseña cómo se puede lidiar con la rabia o el odio, de un modo tal que no lesione los sentimientos, los valores o la autoestima de la persona que motiva estas emociones. Es importante aprender a descargar la rabia pero no de un modo violento, porque a la postre, podemos generar todo un entorno reactivo de negatividad para nosotros mismos.
"Existe un conjunto de actividades en donde la meditación, la práctica de la palabra, la oración, pueden llevar calma al paciente en los momentos pick, antes de que se desencadenen las reacciones de ira. Lo importante es tratar de lograr un autocontrol efectivo, en donde a pesar de los estímulos agresivos, las personas puedan lograr paz anímica y espiritual, que por supuesto supone un equilibrio cerebral".
"Deja la ira y abandona el furor, no te irrites, solo harías lo malo" (Salmo 37:8).
La ira puede invadirte a cada instante y tomar control de tu vida en forma peligrosa.
La Biblia tiene muchas enseñanzas en relación a la ira. "El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y síguela. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal"(1 Pedro 3:10-12).
Algunas personas piensan que no se debe sentir ira. Si eso fuera cierto tendrías que despojarte de tu "carne" porque la ira es una emoción de la naturaleza caída del hombre. Sentir ira es natural pero no tener control de ello es peligroso porque da rienda suelta al pecado y es destructiva en acciones de agresión física o verbal. Con ira sin control puedes pecar contra Dios, culpándolo de tus experiencias dolorosas en tu vida, contra tu prójimo o contra ti mismo.
"Airaos pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo" (Efesios 4:26,27).La ira da como resultado explosiones de rabia que afectan tu lenguaje, y hieres a otros como lo expresa el profeta Jeremías en el capítulo 20. La ira produce también sentimientos de venganza. Bajo la ira eres presa fácil de Satanás.
La persona nunca tiene una certeza de por qué odia, ya que las causas originales pasan a ser inconscientes. Ese odio puede ser tan complejo, que no solamente está dirigido a la persona o situación que originalmente determinó la ira y luego la represión de la misma. También se generaliza a todo un entorno. "Tenemos entonces personas que odian muchas cosas y que viven constantemente resentidas, hasta el punto de querer llegar a morir".
La diferencia esencial entre la ira y el odio, es que la ira es un fenómeno explosivo desencadenado casi simultáneamente a la situación que la genera. En el odio hay una represión de la ira, una acumulación de sentimientos o situaciones negativas y sobretodo difusas.
Es tarea enseñar a la persona a detectar cuáles son los orígenes de su odio, la irracionalidad y hasta el carácter absurdo de su resentimiento. "Una persona que descargue constantemente y por cualquier motivo su ira, es una persona desadaptada, porque la consecuencia de la descarga de sus reacciones de rabia, puede generar en las víctimas, respuestas que incrementen el sentimiento de odio".
¿Qué hacer?
Lo deseable es que quienes reaccionan con ira ante una situación determinada, identifiquen y entiendan las causas que la generaron y sean capaces de controlarla y manejarla adecuadamente.
La palabra enseña cómo se puede lidiar con la rabia o el odio, de un modo tal que no lesione los sentimientos, los valores o la autoestima de la persona que motiva estas emociones. Es importante aprender a descargar la rabia pero no de un modo violento, porque a la postre, podemos generar todo un entorno reactivo de negatividad para nosotros mismos.
"Existe un conjunto de actividades en donde la meditación, la práctica de la palabra, la oración, pueden llevar calma al paciente en los momentos pick, antes de que se desencadenen las reacciones de ira. Lo importante es tratar de lograr un autocontrol efectivo, en donde a pesar de los estímulos agresivos, las personas puedan lograr paz anímica y espiritual, que por supuesto supone un equilibrio cerebral".
"Deja la ira y abandona el furor, no te irrites, solo harías lo malo" (Salmo 37:8).
La ira puede invadirte a cada instante y tomar control de tu vida en forma peligrosa.
La Biblia tiene muchas enseñanzas en relación a la ira. "El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y síguela. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal"(1 Pedro 3:10-12).
Algunas personas piensan que no se debe sentir ira. Si eso fuera cierto tendrías que despojarte de tu "carne" porque la ira es una emoción de la naturaleza caída del hombre. Sentir ira es natural pero no tener control de ello es peligroso porque da rienda suelta al pecado y es destructiva en acciones de agresión física o verbal. Con ira sin control puedes pecar contra Dios, culpándolo de tus experiencias dolorosas en tu vida, contra tu prójimo o contra ti mismo.
"Airaos pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo" (Efesios 4:26,27).La ira da como resultado explosiones de rabia que afectan tu lenguaje, y hieres a otros como lo expresa el profeta Jeremías en el capítulo 20. La ira produce también sentimientos de venganza. Bajo la ira eres presa fácil de Satanás.
Por eso..."No digas: Yo pagaré mal por mal, espera en El Señor y Él te salvará" (Proverbios 20:22).
La ira depende de muchos aspectos: Del temperamento, de los patrones de conducta aprendidos en el seno familiar y de las experiencias de injusticia o de dolor no resueltas en tu pasado; Pero sobre todo de la incapacidad de perdonar al prójimo como a ti mismo. También por ser incapaz de someterte a la voluntad y autoridad de Dios; por falta de paciencia y dominio propio así como de comprensión y aceptación del punto de vista del otro (empatía).
"El necio da rienda suelta a toda su ira, más el sabio al fin la sosiega" (proverbios 29:11).
Debes tener presente que cada persona tiene derecho a tener diferentes opiniones y que cada quien tratará de hacer su voluntad, por eso no debes dar rienda suelta a la ira cuando no se tomen en cuenta tus opiniones. Debes aprender a ser sabio y no tratar de ejercer tu autoridad sin control.
Responde calladamente cuando tengas ira y si no puedes dominarla apártate de tu prójimo porque:
" La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor"(Proverbios 15:1).
"Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios"(Santiago 1: 19,20).
Reconoce con humildad ante Dios que tienes problemas de ira para aprender a controlarte y a sanar sus raíces.
Tener dominio sobre la ira no es reprimirla sino liberarla adecuadamente sin hacer daño a otros. No debes reprimirla disimulando, porque crecerá dentro de ti y saldrá en forma explosiva y sin control en algún momento. Cuando la ira se reprime, va creciendo en el fondo del corazón y puede explotar en forma violenta atentando contra tu paz interior o de los que te rodean. También te puede llevar a cometer agresión contra ti mismo y tu prójimo, especialmente en personas indefensas o débiles.
Libera la ira ante la cruz. El Señor comprende tus emociones; exprésale lo que sientes y si ofendes, acude al perdón. No debes reprimir la ira porque si es persistente te puede provocar enfermedades, obstaculiza tu relación con Dios, afecta negativamente tu vida emocional y te esclaviza impidiéndote sentir paz y gozo en tu corazón. Practica también el dominio propio sobre las pequeñas situaciones con paciencia y comprensión hacia otros, así te fortalecerás, pero sobre todo sigue la luz del Señor que está contenida en los siguientes versículos bíblicos: "Porque no nos ha dado Dos espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio" (2 Timoteo 1:7). "No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida al seno de los necios"(Eclesiastés 7:9).
"Sed de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu de humildad, no devolver mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición" (1 Pedro 3:8,9).
"Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia" (Colosenses 3: 12).
"Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5: 16). "El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio, contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5: 22,23).
Para reflexionar.
¿Explotas con rabia y mal humor por pequeñas cosas? ¿Te es difícil sonreír siempre?
¿Ofendes y te desahogas con niños o ancianos, y en general con personas débiles?
"Sed de espíritu sobrio y velad, vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (I Pedro 5:8). "El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala" (1 Pedro 3:10,11).
La ira depende de muchos aspectos: Del temperamento, de los patrones de conducta aprendidos en el seno familiar y de las experiencias de injusticia o de dolor no resueltas en tu pasado; Pero sobre todo de la incapacidad de perdonar al prójimo como a ti mismo. También por ser incapaz de someterte a la voluntad y autoridad de Dios; por falta de paciencia y dominio propio así como de comprensión y aceptación del punto de vista del otro (empatía).
"El necio da rienda suelta a toda su ira, más el sabio al fin la sosiega" (proverbios 29:11).
Debes tener presente que cada persona tiene derecho a tener diferentes opiniones y que cada quien tratará de hacer su voluntad, por eso no debes dar rienda suelta a la ira cuando no se tomen en cuenta tus opiniones. Debes aprender a ser sabio y no tratar de ejercer tu autoridad sin control.
Responde calladamente cuando tengas ira y si no puedes dominarla apártate de tu prójimo porque:
" La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor"(Proverbios 15:1).
"Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios"(Santiago 1: 19,20).
Reconoce con humildad ante Dios que tienes problemas de ira para aprender a controlarte y a sanar sus raíces.
Tener dominio sobre la ira no es reprimirla sino liberarla adecuadamente sin hacer daño a otros. No debes reprimirla disimulando, porque crecerá dentro de ti y saldrá en forma explosiva y sin control en algún momento. Cuando la ira se reprime, va creciendo en el fondo del corazón y puede explotar en forma violenta atentando contra tu paz interior o de los que te rodean. También te puede llevar a cometer agresión contra ti mismo y tu prójimo, especialmente en personas indefensas o débiles.
Libera la ira ante la cruz. El Señor comprende tus emociones; exprésale lo que sientes y si ofendes, acude al perdón. No debes reprimir la ira porque si es persistente te puede provocar enfermedades, obstaculiza tu relación con Dios, afecta negativamente tu vida emocional y te esclaviza impidiéndote sentir paz y gozo en tu corazón. Practica también el dominio propio sobre las pequeñas situaciones con paciencia y comprensión hacia otros, así te fortalecerás, pero sobre todo sigue la luz del Señor que está contenida en los siguientes versículos bíblicos: "Porque no nos ha dado Dos espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio" (2 Timoteo 1:7). "No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida al seno de los necios"(Eclesiastés 7:9).
"Sed de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu de humildad, no devolver mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición" (1 Pedro 3:8,9).
"Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia" (Colosenses 3: 12).
"Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5: 16). "El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio, contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5: 22,23).
Para reflexionar.
¿Explotas con rabia y mal humor por pequeñas cosas? ¿Te es difícil sonreír siempre?
¿Ofendes y te desahogas con niños o ancianos, y en general con personas débiles?
"Sed de espíritu sobrio y velad, vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (I Pedro 5:8). "El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala" (1 Pedro 3:10,11).
Si tienes odio reprimido, envidia, celos, orgullo, entonces tienes el alimento para la ira. Destruye estos enemigos de tu mundo interior, por medio del perdón en oración.
También la amargura es una raíz. Y si se cuidan ósea, se riegan, se alimenta y atiende, aumentan en profundidad y fuerza. Si no se las arranca con rapidez, se vuelven difíciles de arrancar. La fuerza de la ofensa seguirá creciendo. Se nos exhorta a no dejar que se ponga el sol sobre nuestra ira (Efesios 4:26).
Si no resolvemos con rapidez el problema de nuestra ira, en lugar de que se produzca el fruto de justicia, veremos una cosecha de ira, resentimiento, celos, odio, luchas y discordias. Jesús dice que estas cosas son frutos de maldad (vea Mateo 7:19-20).
La Biblia dice que la persona que no busca la paz a base de liberar las ofensas, termina contaminada. Algo que es muy valioso termina corrompido por la vileza de la falta de perdón. La clave para perdonar a otros es dejar de mirar lo que te hicieron y empezar a mirar lo que Dios hizo por ti.
El precio del perdón
Casi nunca discutimos el precio de no perdonar, pero consideremos las consecuencias de albergar rencores:
El fruto del Espíritu se desvanece.
La indiferencia o el odio toman el lugar del amor.
La amargura o la depresión desplazan al gozo.
La ansiedad toma el lugar de la paz.
La impulsividad desplaza la paciencia.
Un corazón duro e indiferente ocupa el lugar de la benignidad.
La malicia y la venganza toman el lugar de la bondad.
La resignación por las responsabilidades toma el lugar del dominio propio.
Cuando no perdonamos, culpamos fácilmente a otra persona por nuestra condición. Cuando lo hacemos, nos olvidamos de nuestra responsabilidad de atemperar nuestras respuestas y culpamos a otro. Las personas deben lidiar primeramente con sus propias actitudes.
La culpa te hace una víctima; el perdón te hace un vencedor. La falta o carencia de perdón puede causar otros problemas desde enfermedades (Santiago 5:16) hasta retención de nuestros pecados (Marcos 11:25).
Esteban sabía el poder del perdón redentor cuando “cayó de rodillas y gritó: ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!” (Hechos 7:60). En última instancia, la oración de Esteban resultó en la conversión de Saulo.
Jesús nos dijo que perdonáramos 70 veces siete (Mateo 18:22). 70 veces siete era la forma de Jesús describir el perdón ilimitado. Si el Señor nos dijo que nos perdonáramos 70 veces siete, sabemos que Él hace lo mismo y mucho más. Jesús dijo que puede ser que los cristianos necesiten perdonar a alguien repetidas veces. Esto no significa que nos volvamos personas sumisas y subordinadas y permitamos que alguien abuse de nosotros. El perdón no le da permiso a nadie para seguir hiriéndose. La distancia espacial puede ser un requisito, pero nuestros corazones pueden mantenerse sensibles. Cuando perdonamos, puede que no olvidemos el pasado. Pero si lo recordamos continuamente, no es beneficioso.
También la amargura es una raíz. Y si se cuidan ósea, se riegan, se alimenta y atiende, aumentan en profundidad y fuerza. Si no se las arranca con rapidez, se vuelven difíciles de arrancar. La fuerza de la ofensa seguirá creciendo. Se nos exhorta a no dejar que se ponga el sol sobre nuestra ira (Efesios 4:26).
Si no resolvemos con rapidez el problema de nuestra ira, en lugar de que se produzca el fruto de justicia, veremos una cosecha de ira, resentimiento, celos, odio, luchas y discordias. Jesús dice que estas cosas son frutos de maldad (vea Mateo 7:19-20).
La Biblia dice que la persona que no busca la paz a base de liberar las ofensas, termina contaminada. Algo que es muy valioso termina corrompido por la vileza de la falta de perdón. La clave para perdonar a otros es dejar de mirar lo que te hicieron y empezar a mirar lo que Dios hizo por ti.
El precio del perdón
Casi nunca discutimos el precio de no perdonar, pero consideremos las consecuencias de albergar rencores:
El fruto del Espíritu se desvanece.
La indiferencia o el odio toman el lugar del amor.
La amargura o la depresión desplazan al gozo.
La ansiedad toma el lugar de la paz.
La impulsividad desplaza la paciencia.
Un corazón duro e indiferente ocupa el lugar de la benignidad.
La malicia y la venganza toman el lugar de la bondad.
La resignación por las responsabilidades toma el lugar del dominio propio.
Cuando no perdonamos, culpamos fácilmente a otra persona por nuestra condición. Cuando lo hacemos, nos olvidamos de nuestra responsabilidad de atemperar nuestras respuestas y culpamos a otro. Las personas deben lidiar primeramente con sus propias actitudes.
La culpa te hace una víctima; el perdón te hace un vencedor. La falta o carencia de perdón puede causar otros problemas desde enfermedades (Santiago 5:16) hasta retención de nuestros pecados (Marcos 11:25).
Esteban sabía el poder del perdón redentor cuando “cayó de rodillas y gritó: ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!” (Hechos 7:60). En última instancia, la oración de Esteban resultó en la conversión de Saulo.
Jesús nos dijo que perdonáramos 70 veces siete (Mateo 18:22). 70 veces siete era la forma de Jesús describir el perdón ilimitado. Si el Señor nos dijo que nos perdonáramos 70 veces siete, sabemos que Él hace lo mismo y mucho más. Jesús dijo que puede ser que los cristianos necesiten perdonar a alguien repetidas veces. Esto no significa que nos volvamos personas sumisas y subordinadas y permitamos que alguien abuse de nosotros. El perdón no le da permiso a nadie para seguir hiriéndose. La distancia espacial puede ser un requisito, pero nuestros corazones pueden mantenerse sensibles. Cuando perdonamos, puede que no olvidemos el pasado. Pero si lo recordamos continuamente, no es beneficioso.
Ministerio: Cevancap. Libres En Cristo
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